sábado, 16 de octubre de 2010

–Bombazo en Cali -7 de agosto de 1956

Los ejercicios de memoria colectiva en nuestro país son muy pocos, tanto así, que parece que los únicos que recuerdan que paso en la urbe de Cali un 7 de Agosto de 1956 a la 1:07 de la mañana, son algunos caleños; pero en el resto del país muchos no teníamos idea.

Según el Testimonio del padre Alfonso Hurtado Galvis, a esa hora y fecha la ciudad fue sacudida por un temblor de tierra de 4º grados en la escala de Richter y después por una tremenda explosión, que dejó la ciudad en tinieblas y en la que la gente salía a las calles a pedir misericordia; al salir vio como hacia el horizonte del oriente de Cali se veía un hongo de varios colores del iris, los escombros eran tremendos, habían edificios caídos, cadáveres mutilados. Cuando amaneció se encontró con 36 calles arrasadas, en la fosa central del cementerio de Cali se enterraron 3.725 cráneos ya que algunos cuerpos no aparecieron, se calcula que murieron unos 4.000 personas de los 120 mil habitantes que tenia la ciudad.

¿Qué fue lo que ocasionó tal tragedia?

El teniente Eduardo Vicuña oficial de servicio a cargo del Batallón Pichincha, la noche del 6 de Agosto se durmió pensando en los seis camiones cargados con dinamita que cuatro horas antes habían llegado de Buenaventura escoltados por treinta soldados. Eran explosivos arribados en barco con destino a Bogotá para ser utilizados por el Ministerio de Obras Públicas en varios proyectos de construcción de vías en Cundinamarca y Antioquia. 

El mayor temor del Ejército era que, en algún lugar del recorrido, los guerrilleros pudieran robar el cargamento y hacerse a una provisión de dinamita suficiente para volar una ciudad. Nadie imaginó que semejante temor se haría realidad apenas unas horas más tarde del arribo del explosivo a Santiago de Cali.

Los conductores fueron obligados a llevar los carros hasta los patios de la estación del ferrocarril, un lugar que parecía ideal porque, aunque estaba al aire libre, contaba con muros para evitar que alguien se aproximara. Un grupo de soldados fue encargado de custodiar los camiones. Eran las 7:00 p.m. 

A la 1:07 a.m., un estruendo de vidrios y piedras despertó al teniente. Consciente de que algo enorme había pasado, Vicuña recuerda que no oían gritos ni llanto ni pedidos de auxilio, sólo el polvo de ladrillo que llovía desde el cielo rojizo. Ninguno de los soldados decía nada.

Unos minutos después, por el parabrisas de la volqueta en la que se dirigían al lugar de la explosión, el horror de la tragedia se expuso como una proyección macabra: la ciudad ardía y todo lo que comenzaron a escuchar fue el crujido de las llamas avivadas por el viento. 

Después de la tragedia:

·         La mitad de los soldados que arribaron al sitio de la tragedia debieron devolverse al Batallón por linternas, pues pese a que las llamas iluminaban el lugar, no había luz suficiente para buscar los heridos bajo los escombros. La situación en la Base Militar era tan precaria que algunos de los uniformados regresaron con velas.
·         Las instalaciones del Club San Fernando se convirtieron por varios meses en hospital de guerra, debido a que los centros hospitalarios no daban a vasto.
·         La Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Bogotá envió a la capital del Valle a más de cien médicos y enfermeras.
·         Donde hoy se levanta el barrio Aguablanca se construyeron casas prefabricadas de zinc para alojar a buena parte de los damnificados de la explosión.

Si bien todo pasó muy rápido, la explosión destruyó toda evidencia de lo que produjo el desastre y tampoco existían los recursos para la investigación; todos los testimonios apuntan a que fue un accidente.

¡Recordemos!, no podemos olvidar nuestra historia.

Fuentes:

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